22 diciembre 2006

Ana

Sólo me faltaba hablaros de mi tercera compañera de piso: Ana

Si en mi piso hay una loca, una princesa y... bueno y yo, hace falta alguien con autoridad que ponga un poco de orden.

Ésa es Ana.

Terminó la carrera hace dos años y ahora está con el doctorado (mi prima y ella empezaron juntas, pero Marta todavía no acabó. Según ella le gusta tanto la carrera que le da pena terminarla...). Mi prima y ella se conocieron el primer año y el segundo decidieron compartir piso. Están juntas desde entonces.

Es una persona encantadora, pero tiene la manía de corregir siempre lo que hacemos. Conmigo se porta un poco como una madre, por eso de que soy la pequeña, y la verdad es que no me acaba de gustar, pero creo que no puede remediarlo. Marta conoce esa debilidad de Ana y por eso a veces se pitorrea llamándola Misae. Por eso he decidido subir esa foto.

Ana tiene novio, se llama Pedro. Llevan saliendo juntos cinco años. No se ven en toda la semana porque él trabaja de cocinero en un restaurante de Vigo. A veces cuando viene a verla nos prepara la comida y la verdad es que es un chef excelente. ¿Sabíais que existían las albóndigas de berenjena? Pues están buenísimas (y eso que yo soy más bien de pastas y no-me-complico-la-vida).

Además Pedro es un tipo divertidísimo. El otro día en la fiesta de despedida estuvo contando chistes, y aunque siempre habla en gallego y me cuesta un poco entenderlo, creo que nunca en mi vida me había reido tanto. Es una pena que no pueda contároslos; si los escribiera aquí perderían todo su encanto, además de que la gracia estaba en su forma de contarlos

Lo que me llamó la atención es que mientras toda la gente que estábamos en casa nos estábamos partiendo, Ana no se inmutaba. Más tarde le pregunté cómo era posible

- Es que si llevas cinco años escuchando las mismas historias una y otra vez, comprenderás que con el tiempo ya no me hagan gracia

Estuve meditándo un poco su respuesta y al final no pude evitar pensar: Pobre Ana, condenada a vivir con un gracioso que no le hace gracia

Me he arrepentido mucho de ese pensamiento.

18 diciembre 2006

Fiesta de Despedida

Esta semana se acaban las clases y vuelvo a Madrid a pasar las navidades. Como no voy a volver hasta enero a mi prima se le ocurrió hacer una fiesta de despedida.

Bueno, la fiesta estuvo muy bien. Marta y Sofía invitaron a unos amigos, Ana trajo a su novio Pedro y yo quedé con compañeros de mi facultad.

Hay que reconocer que mi prima es buena anfitriona. Quitó la mesa del salón y en una tabla apoyada sobre dos caballetes dispuso diversas chuminadas para picar; allí había patatillas, gusanitos, cheetos, aceitunas, kikos...incluso hizo sandwiches de jamón y queso.

-Es que es una fiesta para niños pequeños- Dijo la maldita, con una sonrisita.

Yo compré dos botellas de ron y tres de coca-cola. Ana y Pedro colaboraron con algo de whisky y Sofía se trajo unas botellas de licor del pub donde trabaja.

A eso de las diez llegaron mis amigos: Lucía, Olalla, Emma, María, Ángel, Esteban y Luis. Teóricamente todo el mundo debería traer algo para beber, pero Esteban dijo que no tenía mucha pasta y que sólo le daba para una bolsa de gominolas. A Luis directamente se le olvidó. Menos mal que las chicas sí traían botellas, así no tuve que contener a mi prima, que ya comenzaba a asesinar con la mirada a los dos gorrones.

Un poco más tarde llegaron los colegas de Marta y Sofía, ya bastante avispados y con ganas de juerga. Cuando subían por las escaleras iban cantando la canción de Sin Chan a toda voz; una colleja de mi prima en la calva de uno de ellos les indicó que la fiesta era dentro del piso y que no estaba bien eso de molestar a los vecinos.

La cosa empezó bastante bien. Yo estuve la primera hora con Lucía y Olalla riéndonos de Esteban y Luis, que estaban absortos con Sofía. Cada poco uno de ellos se acercaba a nosotras y me preguntaba que si mi compañera de piso tenía novio, que si no le importaría que le entrase, que si le gustaban los morenos. Yo les animaba a que se dirigieran a ella directamente, que yo no era la celestina de nadie. Al final Luis le echó agallas y lo intentó.

-Hola, yo soy Luis. ¿como te llamas?- Una pregunta un tanto curiosa, teniendo en cuenta que yo los había presentado un par de horas antes.
-Hola Luis, soy Sofía, ¿ya no te acuerdas?
-Ah, si claro,, je, je...Eres la compi de Verónica ¿verdad?
-Pues sí
-Ya me parecía a mí. Como no te veo por mi facultad. Porque si te viese por allí estoy seguro que te recordaría. Porque una cara como la tuya es difícil de olvidar, je, je.
-Ah...-Dijo Sofía, divertida (es increíble las idioteces que puede llegar a decir un tío delante de una chica que le gusta)
- Er...¿Te gusta el whisky?¿Quieres que te traiga una copa?
Aquello fue el colmo. Que el estúpido gorrón invitase a Sofía con una bebida que él no había pagado era alucinante.
-No, ya tengo licor. Muchas gracias.

Olalla y yo comenzamos a partirnos de risa. Luis lo notó y aquello no le hizo ninguna gracia. En ese momento uno de los amigos de mi prima llamó a Sofía y ella se dirigió hacia él, despidiéndose de Luis. El pobre se vio de repente sólo y con nosotras choteándonos.
-¿Te gusta el ron, Luis? ¿te traigo una copita?-Le dije
-Vete a la mierda.

Después del triunfo de Luis, Esteban optó por no acercarse a ella. Tenía la teoría de que su desinterés provocaría que a Sofía le picase la curiosidad y fuese a hablar con él. Pero parece que Sofía no debía andar muy receptiva aquella noche, porque por mucho desinterés que mostró Esteban, ella no se percató.

Lo más gracioso de todo fue cuando Luis me entró.

- Bueno, Vero...Está bien el botellón ¿Eh?
- Pues sí, sobre todo para tí que te ha salido gratis.
- Si, eh...lo siento. Es que no tenía un puto duro...
- Es coña, hombre
- Ah, ja, ja, ja. Oye, no te habrá molestado que le entrara a tu compi ¿verdad?
- ¿A mí? No ¿Por qué me iba a molestar? Además no le entraste, le invitaste a whisky ¿recuerdas?
- Si, ya. Lo digo porque a lo mejor no te parecía bien. Con eso de que sois compañeras de piso y eso...
- Repito: ¿por que me iba a molestar?
- No, por nada...(silencio de cinco minutos). ¿Terminaste el trabajo de medieval?
- Aún no lo empecé. Menudo coñazo.
- Estaba pensando que podíamos quedar para hacerlo juntos.
- Si, pero ya quedé con Olalla
- Oh, vaya. Pero podemos quedar de todas formas...
- Luis, ¿me estás entrando?
- (Pone una sonrisita boba) A lo mejor...
- Luis, ¿te das cuenta que hace media hora lo estabas intentando con Sofía?
- Si, bueno, pero ¿eso que importa?
- ¡Vete a la mierda!
- Oye, oye, perdona si te ofendo ¿eh? ¡Joder con la niña!
(nuevo minuto de silencio, los dos miramos hacia la pared de enfrente)
- Verónica...
- ¡¿Qué quieres?!
- ¿Te apetece un whisky?...

La ventaja es que yo estaba de buen humor. Esto ayudó a que esa noche Luis no terminara con la botella de whisky rota en la cabeza.

La fiesta acabó a eso de la una y luego bajamos a tomar unas copichuelas. Hoy escribo este post con una sonrisa al recordar que finalmente Estebán decidió que su táctica no era muy buena y, con el valor que dan los cubatas cargados, atacó a Sofía con todo su arsenal seductor. O por lo menos eso era su intención, lástima que el alcohol no le permitiese articular bien las palabras y por la cara que puso ella, creo que no le fue muy bien.

11 diciembre 2006

La princesita quiere dormir



Este es un pequeño cuento que inventé a los doce años (aunque creo que la idea la saqué de algo que había leído hace tiempo ) para cuando mi hermana pequeña se iba a la cama. A ella le encantaba, espero que a vosotros también.


En el castillo había una gran agitación. Ya era muy tarde pero la pequeña princesa no podía conciliar el sueño. Sus padres, los reyes, angustiados le preguntaron:

-Princesita ¿Por que no duermes?
-No duermo porque el sapo croa muy alto.

Entonces el rey mandó a un paje a hacerlo callar. El paje salió del castillo y se dirigió a la charca. Llevaba una caja llena de moscas y cuando encontró al sapo se las dió para cenar. El sapo satisfecho dejó de croar y se durmió.

Sin embargo la princesa no se dormía
- Princesita ¿Por que no duermes?
- No duermo porque el lobo aúlla a lo lejos

Entonces el rey mandó a un soldado a dar caza al lobo. El soldado salió del castillo con una red a cuestas y se dirigió al bosque. Allí lo encontró y le tendió una trampa. El lobo asustado dejó de aullar y se durmió.

Sin embargo la princesa no se dormía
- Princesita ¿Por que no duermes?
- No duermo porque el viento sopla muy fuerte.


Entonces el rey mandó al mago detener el viento. El mago salió del castillo y se dirigió a la pradera con su varita mágica. Una vez allí dijo las palabras mágicas que sólo el conocía. El viento, calmado dejó de soplar y se durmió.

Sin embargo la princesa no se dormía
- Princesita ¿Por que no duermes?
- No duermo porque está muy oscuro.

Entonces el rey salió del castillo y fue hacia la montaña. Cuando la escaló gritó con voz de trueno: "¡Luna, sal y vierte tu luz!!Mi niña tiene miedo de la oscuridad!". La Luna escuchó al rey y salió. Y su luz entraba a raudales por la ventana de la habitación de la princesa.

Sin embargo la princesa no se dormía
- Princesita ¿Por que no duermes?
- No duermo porque hace mucho frío.


Entonces la reina la cogió entre sus brazos y le cantó una canción.

Y la princesita se durmió.

Cuando la reina comienza su canción yo cantaba una nana o alguna canción inventada. Mi hermana no se quedaba tranquila si no lo hacía. Lo malo era que ella no se dormía hasta que se lo contaba dos o tres veces.

Reconozco que la idea no es original. Como ya dije sé que alguna vez leí algo sobre una princesa que no podía dormir. Lo que sí es original es el desarrollo y el final. Fue por aquel entonces cuando me dí cuenta de que me encantaba inventarme historias.

09 diciembre 2006

Recopilatorio en marcha!!!


Bien, ya se ha completado la lista de canciones del recopilatorio de La Ganzúa.
Parece ser que debido a la cantidad de sugerencias, ronnie ha optado por hacer ¡un triple cd!.

Me siento un poco ignorante, porque estuve echando un vistazo al listado de canciones y casi no conozco ni una (bueno, una sí, la que yo dije, je, je, je).

Y como llevo unos meses aprendiendo a manejar el ilustrator me dije: a ver chiquilla, ¿por que no haces una portada al disco, ya que tu contribución ha sido más bien escasa? Así de paso practicas el programilla.
¡Uy, no! No me apetece pasarme horas delante del ordenador peleándome con él. Prefiero chatear - me respondí
-¡Pero mira que eres vaga!. Tienes una oportunidad de oro para mostrar tus "amplios" conocimientos y pasas de todo ¿Para que gastas el dinero de tu padre en esa academia si total no lo estás aprovechando?
-Es que seguro que me sale un churro, y entonces me deprimiré pensando que soy una inútil.
-Eso ya lo sabes de todos modos, así que no es excusa
-Es que tengo que estudiar y no tengo tiempo...^_^!
- Si claro, por supuesto. Estudiar nuevas fotos para el messenger.
-Mira que te pones pesada con el temita...Esta bieeeen...

Total que aquí está el fruto de mis desvelos. ¿Que opinais? ¿Es muy lamentable?





































Si quereis verlos en grande (tamaño CD) haced click sobre ellos.
Y aquí os dejo el link del foro de la ganzúa donde encontraréis información sobre el recopilatorio:
Laganzua Christmas Song 2006

Gracias a Paul Hackett,por descubrir una errata en el título (chritsmas por christmas, hay que ser burra!!..., en fin, el inglés nunca ha sido lo mío...)

Je, je...Parece que a ronnie no le llegaba un triple recopilatorio que aún pedía más. Ahora ha creado uno donde prima la buena música, y como a mí me chifla la buena música, pues ¡hala!, marchando otras portadas:






08 diciembre 2006

La Dama (II)

Alan era el hijo del viejo criado que estuvo al servicio del padre de Raúl durante muchos años.
Cuando el sirviente murió, Alan ocupó inmediatamente su puesto y se puso al servicio de la casa. Eran amigos desde niños y Raúl lo admiraba por su fuerza, ya que tenía dos años más que él y era mucho más osado y valiente. A veces tenía la sensación de que Alan era un poco condescendiente, pero estaba seguro que se debía a que el lacayo lo veía como un hermano pequeño.Sin embargo no podía soportar las comparaciones que su padre le hacía, recriminándole que no estaba bien que el hijo de unos aldeanos fuese más aguerrido que el de un noble.

Alan sonrió al ver a Raúl sentado con la espada, intentando limpiarla con movimientos cansados, y se dirigió a él. El frío del ocaso comenzaba a hacerse palpable y cruzó los brazos por debajo del chaleco de lana, intentando ganar algo de calor. Pese a encontrarse en Abril parecía que aquel año a la primavera le costaba despertar. Se fijó que su amigo tenía los dedos azules y que un gesto de dolor asomaba en su cara cada vez que restregaba el paño sobre el arma.

-Así no terminarás nunca, bobo. Debes frotar siempre en la misma dirección.
- ¿Y a tí que te importa?- Le respondió Raúl, ofendido.- ¿No has terminado ya tus deberes? Pues vete a cenar y déjame en paz.
-Sal de ahí, anda.- Y con un rápido movimiento levantó a Raúl y le quitó la espada.- Fíjate bien como lo hago.

Alan se sentó sobre el tronco y comenzó a afilar el metal. Sus experimentadas manos restregaron cada una de las melladuras con ritmo acelerado y poco a poco el acero fue tomando brillo.

-¿Te das cuenta de como es? Si hubieses seguido como hasta ahora no terminarías en toda la noche. Aquí tienes.

Alan entregó la espada a Raúl, el cual la examinó con gesto huraño. Tomó la estopa de las manos de su amigo y la frotó un par de veces.

-Ya estaba casi acabada. No te necesitaba.
-Claro, claro.-Respondió el joven con una sonrisa.

Se levantaron y se dirigieron al castillo. Las últimas luces del día se reflejaban en las piedras, coloreándolas de un azul grisáceo que otorgaba solemnidad a la vieja construcción. En una de las ventanas se veían los reflejos de las velas del salón, donde el padre de Raúl cenaba los restos de la cacería del domingo anterior.

-¿Como va tu adiestramiento?- Preguntó Alan
- Ya sabes que lo odio. Hoy me caí al hacer un ataque y mi padre se enojó tanto que me dio quince varazos. Además no me deja comer carne hasta que sea capaz de disparar el arco montado sobre un caballo.
-Debes esforzarte más. No está bien que un noble no sepa pelear. Sobre todo en estos tiempos, que vuelven los rumores de una guerra en el este.
-Yo no quiero ir a la guerra. El viejo Guillermo dice que las guerras son fruto de la barbarie y que los hombres sabios siempre las detestaron.
-El viejo Guillermo está loco. No entiendo cómo tu padre permite que ese fraile te siga instruyendo.
-Es deseo de mi madre. Fue su maestro durante su niñez y cuando murió hizo jurar a mi padre que el anciano se encargase de mi sabiduría.

Alan se mordió la lengua. Tenía ganas de decirle a Raúl lo que pensaba sobre esa sabiduría pero la mención de su madre muerta haría que el chico se entristeciera.

04 diciembre 2006

Tabaco

Ayer mis compañeras de piso y yo tuvimos una pequeña discusión por el tabaco. Marta fuma en casa, en el salón y a mí eso me horroriza. No soporto la peste del humo.
Total que por la noche, cuando estábamos las cuatro juntas mi prima se encendió un cigarro.
Yo -¿Que haces?
Marta - Nada
Yo - No enciendas ese pitillo joder, que luego la casa apesta
Marta - No importa. Abriré una ventana
Yo - Pero está lloviendo, va a entrar agua en el salón.
Marta - No importa. Luego lo fregaré.
Yo - Y además hace frío.
Marta - Entonces ponte una bata.
Yo - No me da la gana levantarme a por la bata sólo porque a tí te apetezca fumar.
Marta - Entonces ven aquí a que te abrace, te daré calor.
Yo - No pienso abrazarte cuando hueles a tabaco.
Marta - Entonces que sea Sofía la que te abrace.
Sofía - Estoy muy cómoda aquí tirada. No quiero que nadie se me eche encima.
Yo - ¿Lo ves?
Marta - Sofi, ya te vale. ¿No ves que la niña tiene frío?
Sofía - Entonces no abras la ventana.
Marta - Pero así la casa apestará a tabaco.
Yo - Pues no fumes.
Marta - Pero me apetece. Además es sólo uno, mañana lo dejo
Yo - Siempre dices lo mismo.
Marta - No entiendes lo difícil que es dejarlo.
Yo - Es muy fácil. Lo dejas y punto.
Marta - ¿lo dejas y punto? ¡Ja! No tienes ni idea. Intenta tú dejar de chatear.
Yo - No es lo mismo. Además ¿qué tiene eso que ver?
Ana - No viene a nada. Marta tiene ganas de jorobar.
Marta - ¿Y tú por que te metes?
Ana - Porque estás puteando a la niña y no me gusta.
Marta - No la estoy puteando. Sólo estamos dialogando.
Ana - Eso no es dialogar. No seas cínica.
Marta - (Dirigiéndose a mí) ¿Crees que te estoy puteando, cielo?
Yo - Claro que sí.
Marta - De eso nada. Lo que pasa es que estáis todas contra mí. ¿Estáis en una liga anti-tabaco o algo así?
Ana - No. Estamos en la liga anti-bordes.
Marta - No me llames borde. Además empezó ella.
Yo - ¡Ja! ¿Y quien se encendió un pitillo?
Marta - Si llego a saber que os ibais a poner así os juro que no lo enciendo.
Sofía - Marta...
Marta - ¿QUÉ?
Sofía - Tu cigarro...Se ha consumido enterito en el cenicero...

Bueno, la cosa fue así más o menos. El problema es que quince minutos después...

Yo -¿Que haces?
Marta - Nada
Yo - ¿Vas a encender otro? ¿No te dijimos que la casa apestaría?
Marta - No importa. Abriré una ventana...

Cada vez que Marta fuma un pitillo se monta. Lo curioso es que rara vez consigue dar más de dos caladas.

01 diciembre 2006

Lluvia

Desde que he llegado a Galicia no ha dejado de llover. Supongo que habréis visto en los telediarios las inundaciones y todo eso. Aquí en Santiago no ha sido tan fuerte, sin embargo no ha parado en dos meses.

La ciudad está oscura y la gente se esconde bajo sus paraguas. Al caminar por la zona vieja un olor de piedra mojada penetra en la ropa y empapa hasta los huesos, haciendo que estos duelan como si saliesen agujas de los músculos. El frío no es excesivo, pero es húmedo y se cuela dentro de una hasta que siento como me toca la piel. Los únicos sonidos son los de las innumerables botas chapoteando sobre el suelo de granito. Ni siquiera los niños tienen ganas de gritar cuando salen de la escuela y todo es un murmullo perenne en las bocas de los peatones, como si estuviesen rezando.

Compostela muestra entonces su cara melancólica, e incluso las luces navideñas recuerdan el brillo de unos ojos a punto de llorar. De cuando en cuando se abre la puerta de alguna cafetería y una oleada de calor y alboroto envuelve por breves momentos la solemnidad de la calle, mientras la pareja que sale del local se cierra los botones de sus gabanes y abre un paraguas.

Santiago llora, pero no sufre. Tiene frío.