07 marzo 2007

La media multicolor

¿Nunca os ha pasado eso de perder un calcetín cuando haceis la colada? He leído por ahí que es una de las leyes de Murphy, la lavadora devuelve ropa lavada a cambio de tragarse uno.

Ayer hice una colada y perdí una de mis medias favoritas, un calcetín largo de rayas estilo los de Pipi Calzaslargas con dedos en el extremo ¡adorable!. Reflexionando sobre eso inventé el siguiente cuento

No lo podía creer.
Cuando estaba tendiendo la ropa mi media de colores del pie derecho no aparecía.
Busqué y busqué en el montón de ropa mojada, pero nada. Así que abrí la puerta de la lavadora, con la esperanza de encontrarla allí. El tambor estaba vacío, pero una pequeña muesca llamó mi atención. Acerqué la mano y vi que se trataba de una manecilla con un resorte. Al presionarlo sonó un chasquido y descubrí alucinada que el fondo de la lavadora se había abierto. Sin pensármelo dos veces me introduje en el interior del aparato y me arrastré por la hendidura.

De pronto me ví en el interior de un túnel. Las paredes eran metálicas y el suelo estaba tapizado de tela. Al fijarme un poco más me di cuenta de que no era simplemente tela. Miles y miles de calcetines cosidos unos a otros lo recubrían. Seguí adelante, agachada, avanzando como podía y por fin llegué al final del pasadizo. Terminaba en una abertura circular parecida a los ojos de buey de los barcos. Tenía una especie de cortina hecha también de calcetines. Cuando la aparté y me asomé no pude evitar que una exclamación de asombro saliese de mi boca.

Me encontraba ante lo que parecía la caverna más inmensa del mundo. Las paredes estaban llenas de agujeros como desde el que yo estaba. Pensé que si cada uno de ellos llevaba a una lavadora diferente todas las lavadoras de la tierra debían estar comunicadas con aquel gigantesco lugar. Me asomé un poco más y pude ver el suelo de la cueva también estaba tapizado de calcetines. Millones de calcetines que le daban a la estancia un aspecto multicolor muy divertido.

De pronto sonó un ruido estrepitoso, como el de una sirena de un barco, y de los múltiples agujeros de las paredes comenzaron a asomarse ¡ratas! Y todas ellas empezaron a correr por las paredes hacia el suelo, dirigiéndose hacia lo que parecía ser un trono real. Me pareció que era de oro y estaba tapizado, como no, de calcetines. Cuando todas las ratas salieron de los túneles, el suelo multicolor ya no podía verse. Todo era cuerpos grises y colas largas retorciéndose. Volvió a sonar esa especie de sirena y todos los animáles se postraron en el suelo, metiendo la cabeza entre sus patas y levantando sus colas al aire. De un agujero mucho mayor que el resto salió lentamente una rata blanca, y con unas maneras muy ceremoniosas se acercó al trono. Cuando se sentó en él pude comprobar que en la cabeza, a modo de corona, llevaba ¡mi media de colores!

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