15 enero 2007

Pesados

¿No os fastidian esos ligones pesaos que aparecen de sabe Dios dónde y lo único que hacen es molestar?

Hoy por la mañana estábamos Olalla y yo tomándonos un cafecito en una cafetería cercana a la facultad mientras hacíamos un descanso. No hacíamos nada extraño, simplemente estábamos allí, cotilleando un poco, cuando de pronto se acercaron dos energúmenos y sin venir a cuento van y nos sueltan:
- Juar, juar, ¿Estais esperando al novio?
Olalla y yo nos quedamos sorprendidas ¿Pero quienes eran estos dos tíos y que pregunta era aquella?.
- No, no estamos esperando a nadie. Dijo Olalla, y ahí la cagó, porque los dos imbéciles interpretaron que era una invitación a quedarse con nosotras.
-Ah, y entonces ¿qué haceis ahí solitas las dos?-Dijo uno de ellos, que se parecía un poco al Koala (con todos mis respetos al cantante, que no creo que sea tan idiota)
Intenté decirle con la mirada que se largará, que nosotras no estábamos para aguantar a ligones mañaneros, pero al Koala no pareció importarle
-Vaya miradita...¿Es que quieres derretirme?
-Mira tío, nosotras estábamos aquí muy tranquilas y nos gustaría seguir estándolo ¿vale?- Le dije.
-Pero si nosotros también estamos muy tranquilitos. Lo que pasa es que no nos gusta ver a niñas solas
¿Como alguien puede ser tan memo y pensar que con una frase así va a conseguir algo? Os juro que no lo entenderé en la vida...
-Ya está bien. Dejádnos en paz y largaos.
-Uy, uy, perdona ¿Eh? Sólo estábamos hablando, no hemos molestado en ningún momento.
Aquello hizo que estallara. Y comencé a gritar...
-¡Déjadnos en paz, gilipollas! No os conocemos de nada y estais aquí molestándo y acosándonos ¿quereis iros de una vez?
De pronto toda la gente que estaba en la cafetería miró hacia nuestra mesa. Olalla tenía los ojos como platos y la boca abierta. Los dos infelices se habían puesto pálidos y habían enmudecido. Además, para que la cosa resultase aún más dramática, en ese momento un par de lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas.
Nadie dijo nada durante unos segundos. Entonces unos chicos de la mesa de al lado hicieron el gesto de levantarse y acercarse, pero en ese momento llegó el camarero y cogiendo a los dos tipos por el brazo los echó a empujones del local. Cuando volvió nos preguntó cómo estábamos y nos invitó a los cafés.
Finalmente salimos de la cafetería y de vuelta en la facultad Olalla me dijo:
-¿No crees que te pasaste un pelín?

Ahora que lo pienso con calma he de reconocer que sí me pasé, pero es que no aguanto esta clase de historias y os aseguro que esos dos no volverán a acercarse a nosotras cuando estemos tomando café.

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