30 abril 2007

El Primer Beso (IV)


Como no estábamos muy seguros de donde quedaba la discoteca decidimos preguntarle a alguien. La verdad que la cosa estaba difícil, pues en la calle sólo veíamos ingleses y alemanes. No había nadie que pareciese entender el español. Había oído hablar que este tipo de cosas suelen suceder en los centros turísticos más famosos, pero era la primera vez que lo vivía en persona. ¡Si parecía que éramos nosotros los extranjeros!.

Por fin vimos a un chico repartiendo tarjetas de un pub. Parecía uno de esos gangsters de las películas, ya que estaba vestido totalmente de negro y llevaba un sombrero que le cubría la mitad de la cabeza. Era uno de los innumerables relaciones públicas que hablaban con la gente por la calle intentando atraerlos a su local.

- ¡Hola parejita!- Nos saludó. La verdad es que me chocó mucho oir eso de parejita, pero Manuel no pareció inmutarse -¿Queréis conocer el mejor sitio de toda la zona? Buena música, buen ambiente y copas a un precio razonable, que no barato.

- No, lo siento. es que vamos al FlashBack.

- Al FlashBack no se puede ir ahora, que sólo hay bacalas y pastilleros. - Nos dijo - Esperad un rato, tomaos una copita aquí y ya me lo agradecereis. Siempre teneis tiempo de ir allí, parejita, y más tarde el ambiente es mucho mejor.

- Pero es que nosotros ya hemos quedado con nuestros amigos. Lo siento.- Le contesté. Me había hecho mucha gracia eso que dijo de los pastilleros, y había vuelto a tomarnos por una pareja.

- Me juego mi boina a que no están en esa discoteca. Se habrán encontrado a algúno de mis colegas y los habrá llevado a algún local. ¡Que es muy temprano para ir al FlashBack, os lo aseguro!. Además, ¿quien tiene ganas de ponerse a escuchar bacalao a estas horas? Venid conmigo, hacedme caso, la música es mucho mejor.

- Bueno, Vero, quizás tenga razón. Podemos tomar una copa en su pub para hacer tiempo. La verdad es que a mí no me apetece nada meterme en una discoteca ahora.

- Muy bien dicho, si señor. ¿Y la señorita Vero?- Ya se había quedado con mi nombre, el tío quería conseguir clientela a toda costa y la verdad era que se lo curraba muy bien - ¿No quiere un gorrito como el mío? Pues con tres copas regalo seguro. Para Verónica...¡una armónica!

Aquella tontería me hizo reir. Así que al final fuimos. Y me alegro muchísimo de haberlo hecho, porque la verdad es que el local era estupendo. No había mucha gente, la música era estilo Brit Pop y, eso sí, las copas eran un pelín caras (me quedé con las ganas de preguntarle qué significaba para él un precio razonable). El chico sirvió un whisky a Manuel, y a mí un extraño mejunje de color rosa que sabía a caramelo. No tengo ni idea de lo que era aquello, pero estaba bastante bueno. Una vez que estuvimos servidos se despidió y salió.

- Vuelve a la caza. - Dije irónica.

Manuel y yo estuvimos bailando un rato y luego nos sentamos en unos sofás a hablar. No sacó en ningún momento el tema de Jaime y todo lo que había sucedido antes, cosa que le agradecí. En vez de eso charlamos sobre el instituto, los profesores y los planes de futuro.

Al acabar este año voy a hacer un módulo de electrónica. - Me dijo. - Mi padre tiene una empresa de distribución de este tipo de material y creo que le gustaría que yo trabajase con él.
- ¿Te gusta la electrónica? - Le pregunté
- Me gusta saber como funcionan las cosas. Pero no disfruto nada haciendo esquemas sobre un papel y calculándo movidas.
- ¿No pensaste hacer el bachillerato? Así podrías estudiar una ingeniería.
- No me apetece pasarme ocho años más estudiando. Quiero acabar lo antes posible. Me apetece trabajar.
- Pues vaya. ¡Qué prisa tienes!. Yo soy más de "viviré de mis padres hasta que pueda vivir de mis hijos" ¿sabes?.
- Pues yo quiero conseguir dinero lo antes posible. La verdad es que me gustaría tener suficiente para dedicarme a lo que realmente me gusta.
- ¿Y qué es lo que te gusta?
- Te vas a reir...
- Va...dímelo...
- Me gusta el cine. Me encantaría ser director de cine.
- ¡Oh, vaya!...¿Como Almodóvar?
- Bueno, como Almodóvar exactamente no. Me gusta más el estilo de Médem...
- ¡Je! ¡Pues, es genial! A lo mejor dentro de unos años voy a ver una película tuya.
- De eso puedes estar segura.

Estuvimos un buen rato más en el local. Bailamos y tomamos un par de cervezas (el precio de las copas nos parecía exagerado). Finalmente llegaron las cuatro de la mañana.

- Creo que deberíamos ir ya al FlashBack, a ver si encontramos a la peña. - Me dijo.

Aunque yo me encontraba muy a gusto allí, tenía ganas de ver a Carolina y al resto de mis amigas, de modo que nos pusimos en marcha.
En la calle todavía había mucha gente, aunque no tanta como hace unas horas. Nos habían indicado donde quedaba la discoteca y estaba a bastante distancia. Yo estaba un poco cansada, y también mareada (¡realmente bebí mucho aquella noche!), así que me agarré al brazo de Manuel. Recuerdo que después de un rato por fin se atrevió a pasarme el brazo por el hombro y yo me agarré a su cintura. Ahora sí que parecíamos una parejita, pero yo no pensaba en eso. Estaba destrozada y agradecí un montón poder apoyarme en él.

Por fin llegamos al FlashBack. Es la discoteca más grande de Salou, o por lo menos eso era lo que nos dijeron. Entramos y estuvimos paseando un buen rato hasta que encontré a Carolina. Manuel también encontró a su grupo, y no había ni rastro de Jaime y su novia. Por fin me relajé del todo. Aún tenía un nudo en la garganta por toda aquella experiencia y os aseguro que no quería ver a ninguno de los dos.
Le pregunté a Carolina por los alemanes. Al parecer se habían ido a una fiesta que organizaba su hotel o algo así y se habían separado horas antes. Ya no volvería a ver nunca más a mi alemancito, y Carolina no podría ligarse al rubio alto. Pero parece que no le importaba mucho, ya que ya había conocido a otro chico y estaba hablando con él. Esta vez la cosa parecía más fácil porque era de Barcelona.

Así que finalmente volví con Manuel. No le gustaba mucho el ambiente de la sala y salimos a la terraza. Esta discoteca tiene una terraza enorme al aire libre, y allí nos quedamos. No vimos a nuestros amigos hasta que se hizo la hora de volver al hotel. Nos quedamos solos él y yo, bailando el resto de la noche.

Recuerdo que hubo un momento en que un tipo se acercó a Manuel y le dijo algo al oido señalándome. El sonrió mirando hacia mí y el tipo le dio unas palmadas en la espalda.
- ¿Quien era ese tío?¿Qué te dijo?
- No sé quien era. Por el acento creo que andaluz. Me dijo que me tenía mucha envidia por estar bailando con la tía más buena de la discoteca.

Aquello me encantó. No se si estaba mintiendo o no, pero la verdad es que creo que fue uno de los piropos más bonitos que me han dicho nunca. Ya se que no es muy elaborado, pero en aquel momento fue perfecto.

Finalmente llegó el momento de irnos. En la salida de la discoteca encontramos al resto de nuestros amigos. Carolina se estaba despidiendo de un modo muy dulce del barcelonés. Aquello hizo que recordase que unas horas antes estuve a punto de tener mi primer beso con Jaime, y cómo se había torcido todo. Miré a Manuel, las luces del alba le daban un aspecto diferente al que tuvo toda la noche. No era tan guapo como Jaime, ni tan alto, ni tenía esa mirada de pícaro que me chiflaba. Pero era mucho más tierno, mucho más agradable, su conversación tenía contenido y sus grandes ojos parecían estar dispuestos a comerse el mundo.

El camino de vuelta al hotel lo hicimos juntos. Jugamos un poco a eso de mantener el mismo paso y cruzar las piernas por delante del otro ¿sabeis a cual me refiero?. La verdad era que estaba muy cansada, pero aquella forma de caminar hacía que me olvidase de que me dolían los pies.
Entonces me paré y me acerqué a su oído:

- Oye, Manuel, tienes que prometerme una cosa.
- Dime.
- Si algún día haces una película dime que yo seré tu actriz.
- Prometido.

Por fin llegamos. La noche ya se había acabado y yo sólo pensaba en meterme en la cama y dormir un par de horas antes de que los profesores nos despertasen para ir al aeropuerto.

Subíamos en el ascensor. Manuel tenía su habitación en otra planta distinta a la mía.

- Me lo he pasado genial, Vero.
- Yo también, Manuel.

El ascensor había llegado a su planta y las puertas estaban abriéndose.

- La verdad es que te he mentido. - Me dijo.
- ¿Como?
- No es cierto que perdiese a mis amigos.
- ¿Qué quieres decir?
- En la cervecería irlandesa, cuando nos encontramos. Te dije que estaba sólo y no era cierto. Mis amigos se encontraban en una mesa al fondo.
- Pero...
- La verdad es que te dije eso porque me pareció una excusa perfecta para estar contigo.
- Oh, bueno, yo...

Y no pude seguir hablando. De repente los labios de Manuel se habían posado sobre los míos.



(Y tachán tachán, aquí acaba la historia de mi primer beso. ¿Os ha gustado? Oh, Dios, ahora que la leo entera me parece que me ha quedado cursi y ñoña, pero qué le voy a hacer...a lo mejor soy un poco así ...
Más o menos, salvo alguna licencia literaria, la cosa fue así. Me ha encantado escribir todo esto porque me ha servido para recordar aquella noche. Os aseguro que fue tan especial como lo he escrito y que es una pena que no sea mejor escritora, porque las emociones que sentí no he podido describirlas como a mi me hubiera gustado. He decidido acabar la historia justo en el momento del beso en el ascensor. Así es como acaban las grandes historias ¿no? con el beso final. Si teneis curiosidad deciros que no he podido ver mucho a Manuel despues de aquel día. Cuando acabó el curso el se fue del instituto, creo que a estudiar ese módulo, y lo ví alguna vez de noche por Madrid, pero ya no fue lo mismo. No sé si por verguenza o simplemente porque no sabíamos que decir nunca volvimos a decirnos nada más que un "hola, ¿como estás?". La verdad es que creo que es mejor así. Me permite seguir pensando en aquella noche como una noche perfecta, ya que nada sucedió después entre nosotros que la estropeara.
¡Ah, por cierto! Jaime siguió saliendo con su novia el resto del tiempo que estuvo en el instituto. Lo dejaron cuando él empezó la universidad.)

24 abril 2007

El Primer Beso (III)


Lo que vino a continuación se convirtió en una de las situaciones más incómodas de mi vida.

Jaime se dirigió hacia ella, que comenzaba a mostrarse claramente nerviosa. Sus amigas les rodearon y comenzaron a cuchichear señalándome y lanzándome miradas asesinas.

Así que de pronto me vi sola en la barra, sin tener muy claro lo que debía hacer. Quería salir de allí, pero el grupito bloqueaba la puerta y no me apetecía nada abrirme paso entre ellas. Estaba segura de que no había hecho nada malo, pero daba lo mismo, si me acercaba quedaría expuesta a insultos, tirones del pelo o algo peor. Era una situación realmente horrible, allí parada como una boba sin saber que hacer.

Jaime no parecía muy dispuesto a echarme una mano. Se encontraba muy ocupado discutiendo con ella, y al parecer la cosa iba para largo. Me pregunté entonces si tendría que quedarme allí el resto de la noche, cuando alguien se acercó y me dijo:

- Menudo mal rollo ¿eh? Y tú en medio sin comerlo ni beberlo.

Se trataba de Manuel, uno de los amigos de Jaime, que llevaba todo el rato sentado en el grupo con los demás. Yo lo conocía de vista, de verlo en el instituto, aunque nunca habíamos hablado.

- Si, eso parece.
- Como te he visto aquí sola, acorralada por ese coro de gallinas dispuestas a picotearte y sin saber qué hacer he creído que quizás te venía bien un poco de compañía.
- Estoy muy bien, muchas gracias.
- Bueno, si tú lo dices...- Se giró hacia el camarero, pidió una cerveza y volvió con el resto del grupo.

Cuando lo pienso ahora, creo que debí haber aceptado su compañía. Eso me hubiese ahorrado la siguiente media hora, allí plantada sin hacer nada. Por fin Jaime dejó de discutir y se acercó a mí.

- Nos vamos a otro sitio, Vero. ¿Tú qué haces?

No os negaré que me esperaba un desenlace así. Pero me indignó muchísimo. Él sabía que mis amigas se habían marchado hace rato, él me dijo que había roto con su novia y que yo le gustaba, él me quiso besar hace unos momentos... y ahora me dejaba allí para largarse con ella.

- Yo he quedado con Carolina. Me alegro de que hayais arreglado las cosas. - Le mentí con una sonrisa.

- Bueno, ya nos veremos. - Y se fue.

Pensé en ese momento que no podría haber una persona en el mundo más idiota que yo. Lo único que me reconfortaba era saber que por lo menos no se originó ninguna pelea, y que llegaría al hotel enterita. Me entraron unas tremendas ganas de llorar, pero no estaba dispuesta a derramar una sola lágrima por aquello. ¡Sería aún más ridículo!. Cogí mi bolso y salí de allí.

La calle estaba llena de gente. Me parece que eran cerca de la una y media de la mañana y todos los locales estaban repletos. No tenía ni idea de dónde se encontraban mis amigas y el móvil de Carolina estaba fuera de cobertura. ¿Habeis caminado solos alguna vez por un centro de marcha? Es extraño. Ves a mucha gente divirtiéndose, cantando, gritando y a algunos peleándose o vomitando y todo te parece ajeno. Cuando estoy dentro del grupo, pasándomelo bien, no me fijo en esas cosas pero en ese momento me sentía fuera de lugar.

Entré en unos cuantos pubs con la esperanza de encontrar a mis amigas (y quien sabe, a lo mejor también estaba mi alemancito), pero nada. Hice un último intento en una cervecería estilo irlandesa, completamente de madera. Sabía que era posible que estuvieran allí porque a nosotras nos suelen gustar este tipo de sitios. El local estaba repleto y mediante empujones conseguí llegar hasta el fondo. Pero no había rastro de ellas. Decidí entonces que ya había tenido bastante; quería volver al hotel y meterme en la cama y a lo mejor llorar un poco agarrada a la almohada. Como nadie me vería no me importaría hacerlo.

- Vaya, mira quien está aquí.

De pronto Manuel estaba delante de mí. No entiendo de donde salió y cómo no pude verle antes.

- Hola Manuel.
-¿Estás buscando a Carolina? Antes nos la hemos encontrado y me preguntó por tí. Cuando se enteró de que Jaime se había largado me encargó que si te viese te dijera que tenían pensado ir al FlashBack.
- ¡Genial! Muchas gracias.
- Oye, voy contigo. No sé cómo pero también he perdido a mis amigos y supongo que estarán allí.

Salir de la cervecería fue mucho más fácil que entrar. Manuel se encargaba de despejar el camino y yo sólo tenía que seguirle.

- ¡Buf, que cantidad de peña!- Resopló.- Oye ¿tu no tenías una espada? Nos hubiese venido muy bien ahí dentro.
- Si, es cierto. - Le contesté divertida. - Pero creo que me la olvidé en la barra del otro pub.
- Vaya, es una pena. Tienes un aire muy agresivo cuando estás armada.

¿Fue eso un piropo? Todavía lo estoy dudando.

- Oye, Manuel ¿Y como perdiste a tus amigos?.
- La verdad es que soy un poco torpe. Estábamos caminando y me detuve a hablar con un grupo de chicas de Salamanca que estaban de excursión de fin de curso. Al final me entretuve demasiado y cuando levanté la vista mis colegas ya no estaban. Pero no importa, gracias a eso te encontré y ahora estoy aquí, caminado contigo. ¡Y además vas desarmada!

Eso tenía más pinta de ser un piropo.

- Oye, aunque no tenga mi espada, todavía soy peligrosa. - Le dije.
- Tendré que tener cuidado, entonces. -Respondió sonriendo.

(Uf!!! ^_^! ) Al final no calculé bien. Parece que me quedaban más cosas que contar de las que pensaba, je je je. Bueno, pues este "capítulo" termina aquí (es que se me hace tarde, sorry). Os prometo que el siguiente SI será el último.

20 abril 2007

El Primer Beso (II)

Para evitar problemas nos alejamos de allí y buscamos otro pub donde poder tomar unas copas tranquilas. Conocimos a un grupito de alemanes muy majos que estaban de turismo y nos pusimos a hablar con ellos. Os aseguro que todas mis amigas estaban encantadas con la idea de "practicar" el inglés.

La noche iba avanzando y ya casi me había olvidado del mal rollo del principio. A Carolina le brillaban los ojos cada vez que miraba a uno de los alemanes, uno alto de pelo rubio largo, aunque a mí me hacía más tilín el que no se despegó de mi lado, morenazo, con el que estuve jugando a enseñarle palabras en español e intentando aprenderlas en alemán.

Cuando entramos en un nuevo local todos juntos, ya me encontraba totalmente tranquila y animada. Mi "alemancito" se empeñaba en invitarme a todas las copas que iba consumiendo, y aunque al principio eso me hacía gracia luego le rogué que me dejase pagar a mí también (ahora que lo pienso, creo que no lo hacía por gentileza sino para emborracharme). Recuerdo que entonces entró en el local uno de esos vendedores orientales con una bolsa llena de cachivaches. Como todas estábamos un poco achispadillas se nos ocurrió comprarle algo, y yo opté por una de esas espadas de colores que se pueden extender como si fuesen una antena.

Mi copa se había acabado, así que me acerqué a la barra con mi alemán para pedir una cerveza. Mientras esperábamos a la camarera sentí como alguien me tiraba del brazo. Me giré y allí estaba Jaime, mirándome.

Durante unos momentos me quedé muda, incapaz de moverme. Llevada por un impulso reflejo levanté la espada de plástico que tenía en mi mano y no se me ocurrió otra cosa más estúpida que decirle:
-Ten cuidado conmigo, estoy armada.

Aún hoy me pregunto a qué vino aquello. No sé, supongo que no me esperaba encontrármelo de repente, y ya os dije que había bebido un poquitín, y además he de reconocer que estaba buenísimo (llevaba unos vaqueros y una camiseta ceñida que le quedaban...¡Ay!...).Digo yo que todo eso provocó que mi cerebro no estuviese en su mejor momento.

Jaime sonrió.
- ¿Y piensas atacarme? - Me dijo.
- Mira, no quiero problemas. Hace un rato tu novia estuvo a punto de quitarme los ojos porque cree que me he metido entre vosotros. ¿Por qué no vas con ella y le explicas que eso no es cierto?.
- Si, ya me he enterado. No le hagas caso, es un poco histérica. Además ya no estamos saliendo juntos. Esta tarde nos peleamos y hemos cortado.
- Ya, claro. Y ahora piensa que la culpa ha sido mía.
- Verrónica, da biarr. - Me había olvidado de mi alemán. Estaba detrás de mí con dos jarras de cerveza en la mano esperándome.
- Me tengo que ir - Le dije a Jaime (la verdad es que estaba encantada de que me viese con el turista, que supiera que otros chicos también quieren estar conmigo)- Espero que lo arregles con ella.
- Verónica, espera. Si tienes un momento me gustaría hablar contigo.

Intuí lo que quería decir con esa frase. La cabeza me trajo al momento la imagen de aquella mañana en el tobogán, y la sensación de sentirme abrazada por él. Miré a mi alemancito, que estaba allí con las dos cervezas, esperándome. No debí hacerlo, pero en ese momento no pensaba con claridad (bueno, no pensaba con la cabeza), así que le dije que se llevase las cervezas a la mesa donde estaba el grupo, que yo iría más tarde.
Miré a Jaime con seriedad.
- A ver, ¿qué quieres?.
- Vero, no es del todo cierto que tú no tengas nada de culpa en que haya cortado con ella. La verdad es que ya hacía tiempo que pensaba hacerlo, pero cuando estuve contigo esta mañana me decidí completamente.
- Pero...
- Espera, espera, que si no lo digo todo junto no lo entenderás. Te tenía controlada en el instituto. Siempre me pareciste genial, pero nunca encontré el momento de hablar contigo. La verdad es que soy bastante tímido, y me suele costar mucho hablar con una chica guapa. En la piscina me alegré un montón de verte, y me alegré sobre todo de que no estuviese mi novia. ¿no te diste cuenta de que en ningún momento me despegué de tí?.

Noté como mi cara se estaba poniendo roja. Las piernas me temblaban y no sabía qué hacer con las manos (todavía tenía la estúpida espada en una de ellas). Era la primera vez que alguien se me declaraba (bueno, si a aquello se le podía llamar una declaración), y no tenía nada claro qué era lo que se suponía que debía hacer a continuación. Lo más curioso de todo es que no podía dejar de pensar en que ¡había dicho que le parecía guapa!

- Bueno...a mí también me gustó la piscina...
- Se salió ¿verdad?. Sobre todo el tobogán de tubos. Pero ¿te diste cuenta o no?

¿Conoceis esa sensación de verguenza absoluta? ¿esas ganas de querer desaparecer de algún modo y no saber como hacerlo? ¿por qué seguía insistiendo en si me di cuenta? ¿acaso no estaba suficientemente claro?

- ¡Hey, Vero! ¿Qué haces? Te estamos esperando. - La voz de Carolina sonó a mis espaldas. - ¡Ah!, Hola Jaime. Me parece que tu novia te estaba buscando.
- Hola. - Respondió él. Y en ese momento se hizo un silencio. Uno de esos silencios eternos en los que esperas que alguien diga algo, pero nadie se atreve.
- Voy con mis colegas, que tengo allí mi copa. - Dijo, por fin.

Tan pronto se dio la vuelta, Carolina comenzó a atacarme.
- Pero ¿de qué vas, niña? ¿quieres que la otra loca te parta la cara?¿a que viene esto?
- Sólo estábamos hablando, nada más.
- Si, nada más. Sólo hay que verte. ¡Si estás temblando!
- Oye ¿Y qué pasa? ¿no puedo hablar con quien me de la gana acaso?
- Mira, si lo que quieres es terminar el viaje con problemas, tu misma. Pero yo creo que ya que viniste con nosotras deberías seguirnos. Nos vamos a otro sitio.
- Vale, me despido de él y os sigo. Sólo un minuto.
- Si, ya, un minuto...

Vi a Carolina y el resto del grupo abandonar el pub. Indiqué mediante gestos a mi alemancito que nos veríamos enseguida, pero creo que no quedó muy convencido.
- Entonces ¿te quedas? - Jaime estaba junto a mí, con un cubata en las manos.
- No, sólo quería despedirme. Están esperándome.
- ¿Puedes tomarte algo antes? te invito.
- Ya he bebido mucho, gracias. Mira, Jaime, lo que me dijiste...
- Aún no me respondiste.
- ¿No te respondí? ¿a qué?
- ¿Te diste cuenta?

De pronto el tembleque volvió a poseerme, pero esta vez muchísimo más fuerte. Tuve que apoyarme en la barra porque sentía que mis piernas me fallaban.

- ¡Epa, que te caes! - Y rodeó mi espalda con su brazo.

Y así no quedamos; yo inclinada, en una posición realmente ridícula, con las piernas dobladas y los brazos sobre la barra sujetándome; y él sobre mí, con su brazo a mi alrededor.
Me miraba fijamente. Ya no sonreía. Y se fue acercando.
Y yo pensé: "¿es esto?¿esto va a ser un beso?¿mi primer beso?¿con Jaime?...¡Sí, con Jaime!¡Qué suerte!".
Y cerró un poco los ojos.
"¿Hay que cerrar los ojos?¿como en las películas?¿no se pueden dejar abiertos?...mejor hago como él y los cierro"
Y acercó más su cara a la mía.
"¡Uy! Huele un poco a tabaco. Odio el tabaco. Mi primer beso y tiene que saber a tabaco. Si salgo contigo te obligaré a dejar de fumar".
Ya tenía los ojos completamente cerrados.
"Ya se acerca, ya..." "¡JAIME ES UN CABRÓN!".
De pronto el recuerdo de esas palabras de Carolina me hicieron reaccionar. Aparté mi cabeza y me puse de pie.
- ¿Que te pasa?- Me preguntó.
Pero no pude contestarle. Por la puerta del local acababa de entrar su novia.

(Jijiji, y aquí se acaba el segundo capítulo. Jo, esto ya parece una novela por entregas. Lo que pasa es que me pongo a escribir y los recuerdos llegan a mi cabeza, y de pronto me acuerdo de detalles que había olvidado, como lo de la espada. Creo que ya ha quedado un post demasiado largo, así que pronto vendrá el tercero y último)

16 abril 2007

El Primer Beso (I)


Esta mañana me siento un poco cursi y ñoña y por eso voy a escribiros sobre mi conversación de anoche.

Ayer en el piso salió el tema de los novios. Ya os he comentado que Ana lleva cinco años con Pedro (¡qué barbaridad!) y Marta sigue tonteando con Martín (después de las burradas que le dijo estuvo quince días pidiéndole disculpas hasta conseguir que mi prima le diese otra oportunidad). Y ahora hasta Sofía ha empezado a salir con un antiguo amigo de su pueblo. Total que ya podeis imaginaros la situación; después de cenar las tres me sonrieron como bobas e intentaron sonsacarme información: que si me gusta alguien, que si tengo algún rollete por ahí, que si ese chico de mi facultad está muy bueno y hace buena pareja conmigo... En vista de que transcurrida media hora yo no soltaba prenda la conversación derivó hacia cuando tuvimos nuestro primer beso y la experiencia de cada una.

Me he emocionado un poquito al pensar en la primera vez que me besaron, y digo me besaron porque fue algo que yo no esperaba. Dicen que el primer beso es algo que te queda grabado para el resto de tu vida y en mi caso es así.

Cuando estaba en tercero mi instituto hizo una excursión de unos días a Port Aventura. Teóricamente era sólo para los alumnos del curso, pero al final se coló también gente de cuarto. Entre ellos estaba Jaime, un chico muy interesante en el que yo me había fijado hace tiempo y con el que nunca había hablado. Eso me puso muy contenta porque ya empecé a hacerme ilusiones de lo estupendo que iba a ser pasar unos días sin padres cerca de un tío que estaba tan bueno.

Sin embargo en seguida me llevé el primer corte. Jaime estaba saliendo con una tía de mi curso, así que parecía que no iba a tener muchas oportunidades en aquel viaje. Decidí olvidar el tema y el primer día disfruté como una loca en el Dragon Khan, junto con Carolina que era mi compañera de habitación (estábamos con otras dos chicas más).

Esa noche los profesores no se atrevieron a dejarnos salir del hotel, así que la pasamos en la discoteca del recinto. Allí pude ver a Jaime apechugadito con su novieta, y no pude evitar sentir una punzada de celos, pero en seguida me distraje calmando a Carolina, que se bebió demasiados cubatas y le había dado la llorera.

Al día siguiente fuimos al parque acuático. Como Carolina tenía un resacón de no-me-hables-que-te-estampo-contra-la-pared preferimos dejarla durmiendo en la habitación. Al llegar al parque nos dimos cuenta de que Carolina no era la única que bebió demasiado la noche anterior. Allí sólo estábamos unos diez de los ochenta que fuimos a la excursión. Es posible que fuese demasiado temprano, pero que rara es la gente; en vez de aprovechar al máximo el día prefieren dormir. Adivinad quén era uno de los que sí se había levantado...¡Jaime! ¡Y sin su novia!. Recuerdo que llevaba unas bermudas negras que le quedaban muy bien en ese pedazo de cuerpo fibroso (yum, yum).

Como eramos tan pocos decidimos quedarnos todos juntos. Fue genial. Estuve a lado de Jaime toda la mañana, y nos tiramos varias veces juntos por los toboganes. ¿Conoceis esa sensación de deslizarse a toda velocidad cuando alguien te abraza por detrás? Es maravillosa.

- ¡Que raro, Verónica! Estamos juntos en el mismo instituto y hasta ahora nunca había hablado contigo. - Me dijo
- Pues ahora ya sabes lo que te perdías. - Le respondí, coqueta.
- Sí. Si me hubiese atrevido antes... - Y no terminó la frase. Y una pena, porque me moría de ganas de saber qué estaba pensando.

Sí, ya lo sé. Él tenía novia, que estaba en el hotel, y yo allí, poniéndole caritas. No es algo para sentirse muy orgullosa, pero ¡qué diablos! Por jugar un poco no hacía daño a nadie ¿no es cierto? O eso pensaba.

Al mediodía volvimos al hotel. Carolina ya se había despertado y se moría de ganas de ir al parque acuático. A mí me apetecía mucho más ir a la playa pero como la chiquilla si se quedaba sóla lo iba a pasar mal tuve que acompañarla y volver a los toboganes. Así que no ví a Jaime hasta la noche.

Por fín los profesores decidieron dejarnos salir. A muy poca distancia del hotel estaba Salou y allá fuimos toda la tropa. Yo estaba con Carolina y nuestras compañeras de habitación. Recuerdo que había muchos ingleses y alemanes e íbamos todas requetemonísimas (aunque a mí esa noche no me interesaba un guiri, precisamente).

En el primer pub que entramos estaba la novia de Jaime con sus amigas. Cuando ella levantó la vista hacia nosotras me dirigió una mirada de odio asesino que todavía me asusta hoy al recordarla. Una de las de su grupo se acercó hacia nosotras y me dijo que era mejor que me marchara. Que por mi culpa Jaime y ella habían discutido esa tarde y que no era un buen momento para estar juntas en el mismo local.

- ¡Oye, pero si yo no hice nada! - Le dije.
- No lo sé. - Respondió - Y tampoco me importa. Lo único que sé es que a ella sólo le apetece partirte la cara y creo que es mejor evitarlo.

Carolina me agarró del brazo y tiró de mí hacia la puerta.
- Vámonos, Vero. Pasa de esa gilipollas.

Cuando salimos a la calle yo estaba alucinando. ¿A qué venía todo aquello?. Luisa, una de mis amigas, se encargó de ponerme al día.

- Es que esta mañana os vieron a tí y a su novio tirándoos juntos por los toboganes y se lo dijeron a ella. La tía es muy celosa y le montó una buena bronca. Estuvieron discutiendo en la playa y me parece que al final han cortado.

- La típica historia de siempre. - Dijo Carolina. - La muy estúpida no tiene ni idea de lo cabrón que es Jaime y la de veces que le puso los cuernos, y para una vez que realmente no ha pasado nada va la tía y le monta un pollo.

Preferí no volver a hablar del asunto. Estaba indignada con la reacción violenta de la niña, pero me dolió mucho más enterarme por Carolina de las costumbres de él.


(Buff, menudo rollo os estoy contando jijiji. De momento lo voy a dejar aquí, que me tengo que ir. Próximamente colgaré la segunda parte)

14 abril 2007

Lo que tú quieras oír

A ciertas horas raras de la noche, navegando por Youtube buscando un vídeo para poner en La Ganzúa me encontré con este corto genial.



La pregunta es ¿Debemos enfrentarnos a la realidad o es mejor dejarnos llevar por la fantasía?


Y tú ¿Que prefieres oir?

13 abril 2007

Las Dos Marías


En la Alameda de Santiago de Compostela hay una estatua que representa a dos mujeres mayores vestidas de colores chillones y con mucho maquillaje. Se trata de dos hermanas conocidas como Las dos Marías y fueron unos personajes muy populares de la ciudad.

Eran dos solteronas que salían todos los días a las dos de la tarde para pasear por el parque (por eso se las conoce también como Las Dos en Punto). Iban vestidas de un modo muy llamativo y con la cara muy pintada, porque les gustaba flirtear con los estudiantes de la universidad, los cuales siempre se paraban a decirles algún piropo. Pese a su avanzada edad siempre se ponían guapas para su paseo del mediodía.

La gente de la ciudad comenta que es posible que estuviesen un poco locas, ya que no era normal que dos señoras tan mayores tuviesen esa extraña costumbre.
- Se creían mucho más jóvenes de lo que eran - me dicen - y como a los estudiantes les hacía gracía, les seguían el juego.

Al parecer no tuvieron una vida fácil. Perdieron a sus padres muy pronto, en la guerra civil, y antes eran tres hermanas. Eso es lo que me dijo mi prima, que su padre las conoció. Cuando murió una de ellas las otras dos siguieron con su rutina diaria y así fueron haciéndose famosas en Compostela.

Me he enterado de que sus nombres verdaderos eran Corelia y Maruxa. Corelia se murió antes, hace ya unos veinte años, y eso sumió en una depresión a su hermana que ya no volvió a salir y murió unos meses después.

Ayer encontré la foto que sirvió de modelo a la estatua en una tienda de la Zona Vieja. Me pareció preciosa y quise compartirla con vosotros.




Creo que esta historia tiene algo especial, entre poético y nostálgico.

10 abril 2007

Compuesta y sin fiesta

Estas vacaciones tenía pensado pasármelo bien.

Hacía tiempo que no estaba con mis amigos de Madrid y tenía muchas ganas de volver a verlos y salir por ahí a tomar unas copichuelas. De muchos de ellos no sabía nada desde Navidad y ya podeis imaginar las ganas que tenía de volver a encontrarlos.

Al final las cosas no salieron como esperaba.

Pude ver a Carolina y a Sonia el mismo día que llegué. Son mis mejores amigas y nos conocemos desde el colegio. Fuimos a tomar un café y a ponernos al día de todas las novedades. Parecíamos tres gallinas alborotadas poniendo huevos, ya que debido al ruido que hicimos en la cafetería el camarero nos empezó a mirar mal. Estuvo genial, pero a la hora de quedar para salir ellas no podían. Sonia comenzó a trabajar en una asesoría y tenía que levantarse temprano y Carolina se iba esa misma tarde a Alicante, con su familia.

Eso me fastidió un poco, la verdad es que podían hacer un esfuerzo y salir un rato esa noche ya que hacía meses que no nos veíamos. Me dio una impresión rara, como si ya no les importase que saliésemos juntas...

Por lo menos me quedaba la gente del instituto, pensé ilusa. Pues no. Es increíble, pero en un par de meses todos mis amigos parecen haberse vuelto locos. Varios de ellos tienen pareja y pasan de salir (prefieren quedarse recogidos en su nidito de amor), otros se han ido de Semana Santa y los que se han quedado prefieren no salir porque se aburren sin el resto ¡Alucinante!.

Al final, un triste botellón el sábado por la noche y pa casa. Nada de baile, nada de fiesta.¡Menuda mierda!

Me queda el triste consuelo de pensar que en verano la cosa será diferente. Las parejitas ya estarán saturadas de estar juntitas y mis amigas estarán en casa. ¡Como no sea así juro que me los cargo!


Así me quedé yo. Compuesta y sin fiesta.